Edificios gigantes casi siempre a las afueras de la ciudad. Pasillos,
largos pasillos para perderse entre la gente que va casi tan despistada como yo
mientras procuras no interrumpir el paso de los celadores con las camas, de
carros empujados llenos de historiales médicos, de carteles señalando hacia
dónde tienes que ir... Pasillos, largos pasillos y un sinfín de ascensores que
suben y bajan llenos de gente.
Durante cualquier proceso hay un espacio, un
paréntesis entre el paciente, su familia y el médico. No sé a quién preguntar,
no sé qué tengo que hacer ahora... Mucha tensión y mucha angustia. Ese espacio,
ese paréntesis, lo llenan una parte muy importante y desconocida para muchos
dentro de los hospitales: los trabajadores sociales.
Son la mano amiga que se preocupa por conocer
la situación del enfermo, de su familia, se preocupa por nuestros miedos, nos
asesora y acompaña en todo lo que es de su competencia que abarca las cosas más
importantes de nuestras vidas: desde detectar problemas socioeconómicos, sociales, orientar sobre
distintos trámites... Y sobre todo un apoyo fundamental para la normalización
de la vida en cualquier situación que vivimos.
En estos días tan complicados su trabajo está
siendo más necesario que nunca. Velan por la conexión de las familias con sus
seres queridos aislados, desconectados del mundo y que ni siquiera han podido
llevarles sus pertenencias básicas para estar en el hospital. Uno de los
grandes miedos es la soledad del contagio ya que sabemos que es el aislamiento
lo que nos espera en el hospital e incluso no volver a ver a los nuestros.
Se de vuestro esfuerzo para conseguir esta
humanización, que no dejáis de velar por la conexión de pacientes y familiares.
Se que no esperas al ascensor para no perder tiempo, que te me estás quedando
en los huesos rubia y que en tu cabeza somos familia, somos personas y no vas a
dejar de pelear, y en este caso si es pelear para que no estemos solos.
Nonia Alejandre Aguado-Jolis
Presidenta de ALCLES - LEON